Gustav Klimt fue una persona inquieta, investigadora, ambiciosa. Si bien es cierto que sus inicios se cimentaron en los maestros clásicos y en los renacentistas, mantuvo permanentemente una ventana abierta a todas cuantas ideas, movimientos o innovaciones aparecían en cada momento. Lejos de ser una persona que se instalara en los convencionalismos de la época, quiso siempre estar en primera línea y buscar su propio camino. Y convirtió aquello en que creía en su centro de interés, lo incorporó a su arte y luchó con total decisión para que prevaleciera sobre cualquier otra idea o criterio establecido, obviando los parámetros del arte oficial y dando la espalda a la sociedad bienpensante que no cesó de vituperarle.