El mundo mediterráneo conoció, durante toda la Antigüedad, una amplia gama de sistemas productivos relacionados con la industria textil. Históricamente, encontramos distintas estructuras: desde un mayor o menor control de los productos textiles por parte del Estado, hasta la confección casera y para uso propio. Socialmente, tales sistemas son mantenidos por una mano de obra tanto esclava como libre, asalariada o privada, en la que participan no sólo mujeres, sino también hombre. Desde el punto de vista técnico cabe señalar la multiplicidad de respuestas. El mundo romano, en concreto, es heredero de la tradición griega, norteuropea, fenicia y egipcia, pero con una personalidad propia muy acusada. Emplea, básicamente, tres fibras: lino, lana y seda, hiladas con ayuda de husos y ruecas manuales; estos materiales eran luego utilizados en un tipo de telar principal, el vertical de pesas, al que se sumará, en época tardía, el más avanzado telar de pedales. Pequeños instrumentos adicionales permitían la confección de bandas o de bordes diferentes. La gran variedad de tinturas y tratamientos aplicados a la decoración y estampación de las telas enriqueció mucho las manufacturas textiles, que fueron objeto siempre de un activo comercio.