El baile flamenco es hijo de cuantas culturas han tenido por solar propio las tierras andaluzas y de cuantas formas de entender la danza aquí han florecido y prosperado. Es, pues, el fruto de muchos mestizajes. Un patrimonio tan impuro como bello. Sus raíces llegan hasta los albores de la civilización occidental y tiene como primeros intérpretes a las bailarinas gaditanas que cautivaron a Juvenal, Marcial y sus contemporáneos. Después, se ha ido codificando y ha terminado por alcanzar identidad propia, gracias principalmente a los andaluces y gitanos que nacieron con el don de la danza. Y de los bailes de negros que desde el siglo XV hasta bien entrado el XIX no dejaron de llegar a nuestros puertos. A los andaluces les debe la elegancia, la gracia y un punto de picardía; a los gitanos, la pasión, la garra y el temperamento; y a los negros, el descaro y la sensualidad. Como se dice en la introducción, el baile flamenco es "Una criatura que tiene brazos de andaluza, pies de gitana y caderas de negra. Porque de Andalucía aprendió a mover los brazos y a hacer filigranas con las manos. Y a tocar los palillos. De los calés, a zapatear en un palmo de tierra. Y de los negros, el zarandeo y la voluptuosidad". El este libro, se hace un recorrido histórico desde la etapa en la que comienza a gestarse lo que a mediados del XIX empezó a conocerse por "baile flamenco" hasta las últimas noticias que nos han llegado y los últimos espectáculos que hemos tenido la dicha de contemplar. Se habla de los estilos que se consideran el tronco y la esencia del baile flamenco, pero también del baile que ha encontrado en el teatro su espacio natural: del ballet flamenco y de la danza-teatro fl amenca. Y se cierra con una mirada a lo que hoy sube a los escenarios y a lo que previsiblemente ocurrirá en un futuro cercano.