Cuando Juanchu despertó estaba en una habitación blanca, dentro de una cama, con la pierna izquierda enyesada hasta la ingle y sostenida en el aire por una polea; el brazo izquierdo estaba enyesado hasta el codo y la mano derecha también.
Juanchu no podía moverse, tuvo que hacer rehabilitación, aguantar el dolor y los tratamientos, pero también aprendió que la auténtica libertad no está en no poder mover, sino en la cabeza de cada uno.