"Fue al pie del crucero, donde Marta vio aquel cesto y dentro del cesto a un niño que aùn no habría cumplido la semana.
Marta pensó que la madre no andaría lejos, pero pasó el tiempo y no venía nadie. Miró a los alrededores e incluso llamó a voces.
Después, cogió al niño en brazos, a mecerlo y darle a chupar la punta de un pañuelo mojado en agua de lluvia. El niño se durmió y Marta, al sentirlo tibio y latiendo entre sus brazos, no pudo contener las lágrimas..."