En los tiempos en que los barcos aún echaban humo, los más pobres se iluminaban con candil, sólo volaban los pájaros y estaba mal visto ser hijo natural, los habitantes de La Puebla del Viento andaban trastocados por culpa del amor, suspirando día y noche por el Paseo de Ronda. Sólo San Benitiño, una imagen de la iglesia, podría hacer algo para resolver la situación.