Obra de teatro maldita y prohibida,
como su autor, que tuvo noticia
de su estreno en Francia cuando estaba
preso en la cárcel de Reading, y que nunca
llegó a verla sobre un escenario, Salomé
recoge el mito del personaje bíblico
que pide a Herodes la cabeza de
Juan Bautista sobre una bandeja.
Pero Oscar Wilde va más allá
de lo que lo habían hecho los pintores
y poetas desde el Renacimiento:
la convierte en símbolo del mal, y une su nombre
a la lista de mujeres que, por sus deseos turbios
y por su lujuria, condenaba la historia: desde Eva
hasta Helena de Troya, la reina de Saba, Cleopatra,
Lucrecia Borgia, María Estuardo... Transgresora
de leyes bíblicas, Salomé simboliza sobre los escenarios
la violación de lo sagrado, una lubricidad ardiente,
una inocencia astuta y desconcertante que la convertirían
en una de las interpretaciones femeninas más fuertes
de la historia de la literatura. Por eso no pudo presentarse
libremente en los escenarios ingleses hasta más
de medio siglo después de la muerte de Wilde.
Esta traducción de Mauro Armiño ha sido llevada
a los escenarios, dirigida por Miguel Narros,
con María Adánez, Millán Salcedo y Chema León
en los papeles protagonistas.