DAVID H. LAWRENCE (1885-1930), pese a su corta vida, dejó una obra extensa y polémica. En ella anticipó una serie de visiones que hoy forman parte integrante de nuestro entorno cultural, pero que en su época le valieron la incomprensión y el rechazo. Su hazaña fue exponer una problemática que aún era tabú para sus contemporáneos. Tuvo el duro destino de numerosos visionarios que ponen el dedo en la llaga de su tiempo y denuncian el tabú imperante, tabú que muchas veces justifica la vida de la mayoría y que conforma su estilo de existencia. Y D. H. Lawrence atacó y machacó lo que en ese momento no podía ni debía ponerse en tela de juicio: la hipocresía en el terreno sexual, la idea del progreso, la dinámica de la civilización industrial, la degradación de la naturaleza? Su actitud, que hoy al menos sería más aceptada y compartida, hizo que le considerasen un ser extravagante y molesto. El resultado fue su marginación de los cenáculos literarios y sociales, su condición de ser trashumante y el escándalo en que vivió casi toda su existencia creativa. Su obra, prosa y poesía, ha llegado finalmente a través de múltiples malentendidos y avatares al gran público.
MARCELO COVIÁN