En 1974 Harry Martinson recibió el premio Nobel de Literatura, y la Academia sueca justificó su concesión: «Por una poesía que refleja la totalidad del Universo en una gota de rocío». Este libro recoge lo mejor de la obra poética de Martinson, donde se funde lo más grande y lo más pequeño. Lo mínimo es capaz de contener el Universo. En su caso, también se cumple la afirmación de que el autor más local se convierte en el más universal.
Martinson se interesa en su obra por una gran cantidad de temas: desde las consecuencias de la técnica y el progreso hasta la flor más pequeña; de sus viajes por todo el mundo («En este momento estoy pelando patatas en el corazón del Congo») a los bosques de su tierra. Pero especial importancia tiene en su obra la Naturaleza, que pocas veces ha sido descrita con tanta belleza. Destaca la precisión y la minuciosidad de los más mínimos detalles, rasgo tomado de la lírica china.