LA poesía centroamericana tiene motivos para la esperanza. Jorge Galán (San Salvador, 1973) es una de sus voces más personales y en los últimos años ha sabido dar el paso necesario para romper clichés e ideas preconcebidas sobre una literatura que va más allá de los limitados contextos históricos. Todos los prejuicios que se pudieran tener
ante un joven poeta salvadoreño estallan en mil pedazos cuando se leen sus poemas. Fuera de nacionalismos poéticos excluyentes, Galán hace bueno eso de ¿por qué quedarse
como heredero de una tradición cuando se pueden escoger varias? Y es por ello que sus versos beben tanto de lo mejor del 27 español, de Eliot, Whitman y, en definitiva, de una poesía reflexiva pero sin estériles preocupaciones metafísicas.
Galán recurre a una metáfora mistraliana, la del estanque colmado, para titular este libro. Sólo que sus versos no nacen de un ?surtidor inerte?, como escribiera la poeta chilena. Todo lo contrario. Sus imágenes, realmente impactantes pero con sentido y huyendo de discursos fragmentarios, brotan de una fuente lírica vivísima.
DANIEL RODRÍGUEZ MOYA