Recopiladas por primera vez en un solo volumen, las narraciones de Robert Walser sobre el mundo de la oficina resultan esclarecedoras, divertidas y, sobre todo, profundamente anticipatorias.
El autor de El paseo comenzó a escribir hacia 1900, cuando iniciaba su vida laboral. Como aprendiz en un banco, consideró que la oficina era algo de una irritante novedad; a sus ojos, suponía la encarnación de una existencia predeterminada y carente de sentido, al mismo tiempo que el lugar donde surgían los sueños y fantasías que permitían al poeta adueñarse de la realidad.
Los relatos de Walser a porpósito de los empleados, al igual que las sátiras de Melville, Gógol o Kafka sobre la burocracia, proyectan una luz tan esclarecedora como divertida en torno a la racionalización y la disciplina del mundo del trabajo.