Que la ciencia es importante es algo que pocos niegan ya. Muestra de semejante importancia es la frecuencia con la que cualquiera se puede encontrar con todo tipo de términos científicos: «electrón», «trayectoria orbital», «planeta», «agujero negro», «cromosoma», «conjetura matemática», «infinito». Ernst P. Fischer es muy consciente de esta realidad, la de que existen muchas personas que lo ignoran casi todo de la ciencia aunque reconocen su importancia y, consiguientemente, querrían saber más de ella, y por ello ha escrito El gato de Schrödinger en el árbol de Mandelbrot, un título en el que se reúnen dos de los científicos y contribuciones más sobresalientes de toda la historia de la ciencia: la indefinición intrínseca que la mecánica cuántica ha mostrado que existe en la naturaleza, y los fractales (los árboles de Mandelbrot), entes matemáticos con propiedades tan sorprendentes como cercanas. La táctica de Fischer es sencilla: explicar un puñado de los mejores y más fascinantes logros científicos, desde los que afectan a los más apartados recovecos del microcosmos hasta el comportamiento del universo (incluyendo cuestiones del tipo «¿cómo se entera una partícula elemental que existe otra, con la que supuestamente interacciona?» o «¿por qué el cielo es oscuro por la noche?»), pasando por otros que tienen que ver con la vida y con la propia naturaleza humana. Y lo hace recurriendo no sólo a los contenidos de las teorías científicas más rigurosas y avanzadas (amplia y magníficamente ilustradas), sino integrando estas en lo más cotidiano al igual que en las biografías de los investigadores que las hicieron posibles.