La Carta sobre el poder de la escritura fue escrita por Claude-Edmonde Magny a Semprún en 1943. Ambos se habían conocido en 1939 en Francia, tras la derrota de la República española. Semprún leyó la carta en realidad algún tiempo después, un amanecer de agosto, la víspera del bombardeo de Hiroshima. ¿Por qué ese día precisamente? Desde el regreso del campo de concentración de Buchenwald, el entonces joven autor y resistente español se sentía atrapado en el inmóvil vértigo de dos necesidades o deseos acuciantes pero contradictorios. El deseo de vivir o de revivir, es decir, de olvidar. El deseo de escribir, de elaborar y de trascender la experiencia del Campo por medio de la escritura, es decir, de recordar, de revivir una y otra vez en la memoria la experiencia de la muerte.
Este pequeño pero mítico libro, que publicaremos de un modo muy cuidado, como un breviario casi, contiene algunas grandes frases inolvidables, que serán siempre especiales tanto para los lectores como para aquellos que aún confían hoy en el poder la escritura: Nadie puede escribir, dice Claude-Edmonde Magny, si no tiene el corazón puro, es decir, si no está lo suficientemente desprendido de sí mismo? A lo que Semprún responde en su emocionante prólogo, escrito muchos años después: Me esfuerzo en ello.