Su forma de contarme el cuento de que todo irá bien y mi forma de darme cuenta, no, nada nunca puede ir bien mientras haya alguien como él por encima y alguien como yo por debajo, sin posibilidad de equipararnos, siempre que mis ojos reciban esa violencia de los tamaños incluso entre personas con un mismo apellido, un padre y una hija que en teoría deberían resultar una fina estampa.
Su forma de seguir hablándome y mi forma de callar, sometida, complaciente. Un siempre sí a todo fui hasta que dijo NO, rompí a hablar y hablar también es actuar y entonces eso fue peor, un enjambre de palabras la mayoría de las cuales acertaban a señalar y herir. No fue esa mi intención pero sucedió; salí disparada de la estampa.