A ojos de los románticos, la percepción de la realidad es en sí un acto creativo y un ejercicio de la libertad. Y la poesía es mucho más que un género literario: es el modo mismo en que las formas de la naturaleza se muestran al espíritu. ¿En qué lugar queda entonces el poema? ¿Cómo es un poema genuinamente romántico? De las loas a la música de A.W. Schlegel a los monumentales Himnos de Novalis, de los fragmentos de F. Schlegel al desengañado sarcasmo de Heine, pasando por el Hölderlin de la locura, las nanas de Brentano o los candorosos jeroglíficos de Eichendorff, este libro quiere responder a esa pregunta iluminando la creación de la retórica romántica, trazando un rumbo tan lleno de hallazgos como de vacilaciones. Todo porque inventaron su tradición, que es la nuestra. Pues de ellos bien se podría decir que, pudiendo escoger a hombros de qué gigante auparse, decidieron ser ellos mismos los gigantes. La estética romántica se funda en una creencia apasionada en la libertad espiritual y la creatividad individual. Los pintores, los poetas o los compositores no sostienen un espejo más o menos ideal ante la naturaleza, sino que inventan; no imitan, sino que crean los medios y hasta las metas que persiguen; y estas metas son la expresión de la visión interior y singular del artista.