Nadie duerme es un vómito, un alarido. Quiere hablar de lo que duele, de la cara oculta de la luna en las relaciones con los otros. El sexo, el cuerpo como prisión, como condena. La imposible comunicación, la mentira de la pareja, los miedos, el miedo. La violencia estructural que se ejerce con saña en el más débil, la mujer, el inmigrante... Este es un relato alucinado, marginal y onírico que busca retorcer los tópicos, llevarlos al extremo, volverlos insoportables. Sordidez y poesía, una visión enferma en la que resuenan las voces de Bataille, Lorca, Koltés, Volodine, Jelinek, Liddell, Perec, Cunqueiro…
Detrás, el deseo de nombrar lo oscurecido, una voz que descuartiza el cuerpo.