Internado en una colonia infantil de La Garriga, Jorge Rosell Grau (Barcelona, 1931) tuvo que decidir con sólo ocho años si se unía a un convoy de niños que partía hacia Francia para huir de la guerra o se quedaba esperando a que alguien fuera a recogerlo. Decidió irse. Tras un bombardeo en el que murió uno de sus mejores amigos, el grupo de niños se dispersó en el camino a la frontera, pero él tuvo la gran suerte de encontrar a una familia que lo acogió y lo cuidó durante el trayecto y mientras estuvo en diversos campos de concentración por los que pasó, hasta que consiguió reencontrarse con sus padres.