Era una vez una pareja de labradores muy pobres, que tenían dos hijos: un niño, que se llamaba Hansel, y una niña, que se llamaba Gretel.
Una terrible sequía había arruinado sus cosechas y, como apenas tenían comida para pasar el invierno, decidieron abandonar a los niños en el bosque.
En este cuento, aparecen también los conceptos de perdón y de generosidad. Los niños no guardan rencor a sus progenitores y, a su regreso, todo vuelve a la normalidad y comparten los tesoros no solo con sus padres sino con todos los habitantes de la región.