El principio de separación de poderes es uno de los dogmas sobre los que se ha asentado la construcción del Estado constitucional. Sin embargo, ese principio, aparentemente de formulación sencilla y frecuentemente mal comprendido, ha tenido lecturas e interpretaciones de diferente alcance. En este libro se analizan las diferentes concepciones de tal principio a través de distintas experiencias constitucionales que emergen tras la implantación del Estado Liberal. Aunque el foco de atención se centra en Europa continental, donde la aplicación del principio de separación de poderes (a diferencia de los sistemas anglosajones y, en particular, de Estados Unidos) no se ha asentado inicialmente sobre la idea de checks and balances, sino de separación formal de los poderes y de preeminencia de uno de ellos (unas veces el Legislativo y otras el Ejecutivo) sobre los demás.
A esa distorsionada aplicación inicial de tal principio tras la Revolución francesa, se le unieron una serie de cambios institucionales que transformaron radicalmente su papel en Europa continental: el asentamiento de la forma parlamentaria de gobierno, la irrupción del Estado de partidos y su (patológica) relación con las instituciones, la emergencia de los Tribunales Constitucionales, la construcción de los derechos fundamentales como límite del poder, así como la emergencia de autoridades independientes, entre otros. Todos ellos se analizan en el presente libro.
Pero, a pesar de esa evolución, la idea fuerza del principio de separación de poderes ?tal como la configurara en su día Montesquieu? como mecanismo de equilibrio institucional y límite al ejercicio del poder sigue plenamente en pie, si bien reformulada en un contexto en constante mutación. Bajo ese punto de vista, el control de las instituciones se ha enriquecido y adquiere nuevas dimensiones con los imperativos de Integridad, Transparencia y Participación como dimensiones de la Buena Gobernanza en un marco de «democracia de confianza», como la ha denominado recientemente Pierre Rosanvallon.
El presente libro se cierra con un epílogo titulado «España, ¿un país sin frenos?», donde ?con una mirada crítica? se analizan cuáles han sido y son las causas de la inaplicación (efectiva) del principio de separación de poderes y del control de las instituciones en España. La tesis que aquí se mantiene es que en España no existe tanto un problema de (mal) diseño constitucional, sino de patrimonialización del poder y de clientelismo político.