Mientras conduce su taxi amarillo por Nueva York, ante los ojos de Jindriška se alza, imponente, la silueta de un Manhattan que, a fuerza de rodar por sus calles, se le ha metido en el cuerpo y en la sangre. En cada ámbito de su vida, esta joven eslava de nombre impronunciable, a la que todos llaman Gin, parece jugar con desventaja: es una blanca que vive en Harlem con un marido africano —que la ayudó a obtener su ciudadanía y se la cobra de todas las maneras posibles—, y es una mujer que ha escogido sobrevivir con el oficio más genuinamente neoyorkino, un oficio de hombres, lleno de riesgos, trampas y deslealtades en el que ella navega con una ingenuidad y una osadía que de algún modo la blindan ante los peligros que la acechan al doblar alguna esquina, en la penumbra de cualquier calle e incluso desde el asiento trasero de su auto.
Dame la pasta es una novela urbana, dura, de un realismo devastador, a la vez que intimista y poética. El sexo es un ingrediente natural, sin ser protagónico, de una historia llena de encuentros y desencuentros, de colores y de razas, de idiomas y de jergas, de personajes extraídos de la vida misma, divertidos y patéticos, entrañables o repulsivos, y todo ello en una prosa fluida, intensa, visceral y, sobre todo, de una belleza sobrecogedora.