La vida es menos divertida cuando no estás colocado, también —y sobre todo— la de Megg y Mogg. Los cautivadores personajes de Simon Hanselmann —best seller del New York Times traducido a 14 idiomas y ganador del Festival Internacional del Cómic de Angulema— pasan el mono en El mal camino a través de ocho historietas seguidas en el tiempo que ilustran una caída al vacío: el abuso de las drogas, que solía ser la vía hacia travesuras estridentes y sin consecuencias, empieza a tomar un camino sombrío. Su apático estilo de vida ha dejado de tener sentido: Megg ya tiene 29 años y lleva casi diez viviendo de ayudas sociales; a Mogg su padre no le pasa más dinero. La casa nunca ha estado tan sucia. Con la marcha de Búho —gran ausente de esta historia, continuación de Melancolía (Fulgencio Pimentel, 2016)— y la llegada de Werewolf Jones como nuevo compañero de hogar —siempre al borde de la sobredosis; ni tan pringado ni tan generoso como para pagar más de lo que le corresponde— Megg y Mogg se ven obligados a buscar trabajo y a intentar alargar las prestaciones del Estado para poder pagar el alquiler y seguir drogándose. Este asalto inesperado de la madurez sorprende a Megg y Mogg en plena crisis sentimental y personal. Tras muchos años juntos, la desidia de Mogg se une a los escarceos sexuales de Megg y a su depresión, que tiene origen en la relación con su madre drogadicta, quien, justo en este crítico momento, la reclama. Así es como Megg vuelve a su hogar natal, llevándonos con ella de vuelta a los noventa, cuando tenía 16 años y ya vivía en un ambiente degradado junto a su madre y sus amigos. Los cómics anteriores de Simon Hanselmann han sido best sellers internacionales que lo han consolidado como uno de los novelistas gráficos más interesantes de su generación. El mal camino es la obra maestra hacia la que se dirigían todos ellos, ya que la tensa relación de Megg y Mogg se centra en las profundidades psicológicas que Hanselmann solo había insinuado hasta ahora —también es el nombre de una reciente exposición del Bellevue Arts Museum, donde se exhiben escenarios y esculturas a tamaño real de sus personajes—. El mal camino muestra de forma cristalina la conexión biográfica del autor y su obra al abordar directamente su relación con su madre. Tal y como declaró Hanselmann a Real Change News, éste «no es un libro esperanzador. Quiero decir, los personajes no lo están haciendo bien. Con suerte, en el futuro, tal vez solucionen sus problemas, pero este es un viaje para resolverlos».