«Una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir». Esta es la premisa sobre la que Virginia Woolf construye Una habitación propia. Noventa años después las variables han cambiado. Una nueva generación de creadores que busca «tiempo» para desarrollar su obra ha de luchar contra la «otra mitad» para liberarse del trabajo-yugo. Este ensayo-ficción relata la experiencia personal del autor y explica cómo consiguió dejar el suyo para poder dedicarse por completo a la literatura; y de la misma manera que Woolf se enfrenta a una serie de preguntas que le surgen durante su investigación, aquí, mediante un juego de espejos, se busca dar respuesta a otras de carácter más pragmático y urgente: ¿qué es realmente la literatura femenina?, ¿escribimos de manera diferente los hombres y las mujeres?, ¿existen temas exclusivamente femeninos o masculinos? En resumen, ¿existe en la actualidad una literatura de hombres y otra de mujeres? Y si así fuera, ¿serían excluyentes entre ellas?
Las necesidades del escritor han evolucionado desde que se publicó Una habitación propia en 1929. Somos una generación de creadores sobreformada, aquella que ha leído a más de mil rusos muertos. La frustración asoma cuando las oportunidades laborales no se corresponden con las pretensiones inculcadas.