El pack ideológico más rocoso de nuestro tiempo, aquel que incluye como mantra y matraca que el lenguaje sirve para comunicarse («hablando se entiende la gente»), que somos dueños de nuestras palabras («esto y sólo esto es lo que quiero decir»), y que éstas son inermes, hermanitas de la caridad, depósito de buena urbanidad y bonhomía («sentémonos y hablemos, que la violencia no conduce a nada»), es el objeto de destrucción de este libro de no ficción, verdadero docudrama de desengaños. Con una argumentación cirujana y un humor negro a medio camino de Shiva y Max Estrella, este falso ensayo de verdadera teoría pone patas arriba, sublevado, todas nuestras autoindulgentes convicciones acerca de lo que hacemos al hablar y al escribir, haciéndonos caer en la cuenta de lo que el dichoso lenguaje hace y deshace con nosotros.