Tras la marcha de un hijo, pesa mucho la ausencia en la que desemboca la pérdida. La balanza está desequilibrada hacia un lado, aumentando su peso con los interminables «¿por qué?»
Cuando decidimos buscar… empezamos a encontrar, y ahí es donde empiezan a aparecer esas señales que nos están mandando pero que hasta ahora no éramos capaces de reconocer y valorar.
Gracias a estas señales empezamos a rellenar el otro platillo de la balanza, evidenciando y aceptando la presencia al darnos cuenta de que nuestros hijos no solo están vivos, sino que además….
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Solo los que han perdido un hijo son capaces de describir el dolor tan grande que eso representa.
Juan José ha tenido la ocasión de acercarse a esta realidad a través de la Terapia Regresiva y con la sutileza, respeto y gran profesionalidad que le caracteriza, ha sabido transformar momentos de dolor y desgarro emocional de padres y hermanos en momentos de AMOR INCONDICIONAL atemporales, en ocasiones incluso sanando la culpa que sentían algunos progenitores.
En los relatos de los padres se percibe ese estado de alerta amorosa, captando y alegrándose con cada señal que sus hijos les ofrecen como diciendo «sigo aquí». Desde la comprensión de que «un alma es eterna, no muere», nos cuentan como dichas señales les proporcionan paz y esperanza.
Y como guinda del pastel, el mensaje de los hijos a los padres. Lo que apacigua la pérdida, y devuelve la VIDA a los que les vieron partir…
«... las cosas son como son y tienen que ser así, todo está bien, estoy donde tengo que estar; estad tranquilos, que nos volveremos a ver. Os he querido mucho y os sigo queriendo, ahora quiero a todo el mundo.»
Una vez más, Juan José López rompe esta barrera que hay entre la vida y la muerte y nos enseña por una rendija que EL ALMA ES ETERNA... tan eterna como el AMOR.