En la poesía de la Isabel Bono siempre convivieron bien trenzados el humor y el dolor, el disfrute de la vida con la conciencia del vacío, los empujones del deseo o el amor con una trastienda general bastante desengañada, explícitamente triste; sucede que en esa ambivalencia no había contradicción, sino lo contrario: una nueva y acertada expresión no premeditada de la vida real, de esa mezcla de regocijo privado y pesimismo panorámico o social que, lo sepamos o no, nos mueve a muchos y, curiosamente, nos atornilla al mundo. JUAN MARQUÉS