Esta obra es imprescindible por la cantidad ingente de nuevos datos que ofrece para la comprensión del cante, el toque y el baile jondo en su contexto histórico. Pero también por lo novedoso de su enfoque: en ella se pone de manifiesto que el flamenco es una evolución de los cantos y bailes nacionales y de palillos de finales del siglo XVIII y principios del XIX. También aporta la hipótesis, completamente novedosa, de que los bailes boleros y la hoy llamada Escuela Bolera son géneros distintos, tanto en lo cronológico como en el repertorio y la estética. Muestra los hechos flamencos en su entorno estético, social y político y, por vez primera, se dan las claves para una comprensión de la danza española como un solo género: los bailes flamencos, en su dimensión escénica, se presentan como una evolución de las danzas tradicionales hispanas, resolviendo, de esta manera, el cisma que desde hace décadas imperaba en la historia de la danza española.