Con la irrupción de la guerra civil en Siria, ninguna de las partes contendientes iniciales mostró especial interés por el pueblo kurdo, ni mucho menos por sus reivindicaciones políticas y sociales específicas en el país. Con la declaración de autonomía de los tres cantones de mayoría kurda en 2012, sin embargo, la Autoadministración liderada por el PYD, cuyo exponente más reconocible son las milicias YPG e YPJ y las Fuerzas Democráticas SIrias (SDF), surgió en el descorazonador y despiadado conflicto bélico una tercera vía que buscaba su propio camino. Una alternativa que se alejaba de los grupos islamistas que capitalizaron y militarizaron las protestas contra Bashar Al Assad y también de un Régimen que ha practicado la represión y la marginación de la población kurda. Con el pago de un caro tributo de sangre, las SDF no solo han sido cruciales en la derrota del Califato del Estado Islámico, sino que han realizado malabarismos diplomáticos para establecer una Autoadministración multiétnica y de carácter feminista que ha tratado de evitar carbonizarse en el incendio geopolítico y militar al que han arrojad