Este texto, que Radovan Ivsic quiso póstumo, evoca el último mes de la vida de André Breton. Más allá del testimonio lleno de rigor, es la ocasión para Ivsic de interrogarse sobre su propia trayectoria, recorriendo de nuevo los imprevisibles caminos que se hallan en el origen del encuentro de ambos, diez años antes, en el París libertario de la década de los 50.