En un matadero cerca de Tokio la producción se interrumpe de pronto cuando el bulbo raquídeo de una de las piezas desaparece. Esta médula es fundamental, pues permite detectar la EEB, la enfermedad de las vacas locas, y determinar si la carne es apta para el consumo humano. De no encontrarla, habrá que descartar la pieza entera y los trabajadores tendrán que costear las pérdidas de su propio bolsillo.
Por si fuera poco, la tensión entre los trabajadores aumenta cuando aparece Imai, el heredero de un importante cliente del matadero, para inspeccionar el lugar y conocer a los encargados de sacrificar y despiezar a los animales de su granja.