En 1910, el famoso explorador danés Ejnar Mikkelsen decidió emprender un viaje en busca de los diarios de la malograda expedición de Mylius-Erichsen –Denmark Expedition-, que había partido para probar que el trazado de Robert Peary de la costa este de Groenlandia, era una fantasía.. El mecánico Iver Iversen se unió a Mikkelsen en Islandia, donde el barco de la expedición tuvo que ser reparado. Varios meses más tarde, Mikkelsen e Iversen se embarcaron en un viaje a lo largo del que iban a padecer literalmente todas las penalidades del repertorio ártico: frio implacable, escorbuto, hambre, congelación, ceguera de la nieve, caídas en agua helada, un trineo que se comportaba como Sísifo, envenenamiento por vitamina A, perros que morían de hambre, tormentas apocalípticas, grietas enormes y un buen surtido de sufrimientos físicos. Incluso uno de los cuadernos del diario de Mikkelsen sería comido por un oso. Tres años sin esperanza de rescate llevarían a cualquiera a la locura, y sin embargo ambos mantuvieron la cordura y el sentido del humor durante todo aquel tiempo, lo que probablemente los haya salvado de ceder a la desolación que los rodeaba..