El olvido de la gravedad es un poemario que nace de la firme voluntad de sentirse liviano, de explorar, con toda la intensidad de los sentidos, el amor a la vida y el amor al amor, despegados del suelo y de las prisiones de la existencia. Los versos que van hilvanando todos los poemas siguen una senda muy parecida: se pierden entre ellos mismos para reencontrarse en las paredes cavernosas de un yo poético que se rebela contra el paso del tiempo, contra los pétalos que se marchitan, contra el aire que se respira apresuradamente y sin ser saboreado aunque huela a jazmín. El diente de león, que aparece como motivo icónico en la cubierta del poemario, representa la ligereza, un elemento volátil que se despega de su propia vida para reclamar su propio tiempo, un tiempo que no es el tiempo huidizo y esquivo sino que es el tiempo de la constatación sagrada de que a veces, no siempre, podemos olvidarnos del dolor, del pesar, de lo grave; de la gravedad para poder, así, volar. La forma poética que adquieren los distintos versos muestra la importancia que le da Magda Polo a la forma, a la composición de las palabras y a los espacios en blanco a modo de silencios, de pausas, de compases de espera. Cada composición de los poemas surge de una necesidad interna de los vocablos, de los verbos, de los adjetivos, de los adverbios que se dibujan y contornean en cada uno de los versos. Cada composición es la exigida por el mismo poema, ya que son las palabras y sus ausencias las que se colocan en el lugar preciso donde el acento cobra sentido, donde el sentido adquiere su mayor fuerza significativa y donde la fuerza reposa ante el placer estético.