La pandemia que vive la humanidad ha sido un recuerdo de nuestra fragilidad, que ha dejado un reguero de muertes infinito de personas mayores, incapaces de resistir el ataque de un virus que se sirvió de la pasividad de una sociedad que escondía y olvidaba a sus ancianos y ancianas. Con un lenguaje pausado, convirtiendo cada viñeta en la entonación de un verso, Sanz recorre la soledad, el olvido y el silencio, el dolor del aislamiento y la presencia de esa muerte omnipresente que, finalmente se revelará para tener un diálogo silencioso que nos recuerda su necesidad, pero también la oportunidad que nos da en esta vida, que debemos aprovechar sin dejar a nadie en el camino, acompañando cada minuto de nuestras vidas a aquellos que queremos para poder disfrutar de sus experiencias y vivencias.