En la literatura de Velázquez todo es retorcido. Si hay gore, éste es rosa. Si hay humor, éste es descabellado. Si hay amor, éste es un pretexto para el abismo. Pero la existencia de sus personajes no es una excentricidad inextricable, son seres comunes y corrientes que son arrastrados hacia la infamia por la tan irresistible atracción fatal, como le puede ocurrir a cualquiera de nosotros.
Despachador de pollo frito, quinto libro de relatos de Carlos Velázquez, nos lleva por una serie de protagonistas y entornos en donde la mentira y las triquiñuelas; el travestismo y la dipsomanía; el delirio y la enfermedad; la ruina y los desastres emocionales, configuran a través de su inconfundible prosa cáustica, sonora y veloz, un universo mordaz que termina siendo un espejo despiadado en el cual incluso el lector más escéptico se verá seducido y hechizado.
Un detective privado mexicano recibe la inaudita encomienda de desenmascarar a un falso Paul McCartney, un cinéfilo y sensible godín recibe un revés kármico a su prolongada carrera como rompecorazones, un director de orquestas xenofóbico con su propio pueblo llevará al borde de la locura a la comunidad de Tatahuila por sus conflictos con la autoridad, un travesti verá su vida arruinada a partir de una úlcera rectal que lo conducirá al camino de la redención pseudo-evangélica y un despachador de pollo frito arrastra una disputa con su jefe a un péndulo de venganzas y revanchas en donde el propio cuerpo será usado como el campo de batalla principal.
En estos cinco cuentos, Velázquez maneja a su entero placer el devenir de estos seres cuasi fantásticos de tan desposeídos, con un magistral manejo de la estructura y la forma que reverencia a los grandes maestros del género. Sin dejar nunca el sentido del humor como punta de lanza, conduce las tramas a partir de una premisa encantadora y envolvente, en donde todo mundo soltará una carcajada rotunda.
«Carlos Velázquez demuestra que es un escritor con proyecto, no sólo para desarrollar un estilo de humor corrosivo hasta el hueso [...] En los textos de Velázquez no funciona el «Sálvese quien pueda» porque no se salva nadie. De ahí la calidad de su literatura».
Élmer Mendoza, El Universal