Un cadáver que desaparece y luego reaparece. Un doble asesinato acompañado de una macabra puesta en escena. Y si una de las víctimas es un sacerdote, el caso se vuelve aún más espinoso para Vanina Guarrasi. Todo comienza en una noche de nieve en el Etna. El encargado de un antiguo hotel en proceso de renovación llama al Móvil de Catania: hay una mujer muerta en el vestíbulo. Pero cuando los policías llegan al lugar, ya no hay rastro del cuerpo. Veinticuatro horas después lo encuentran en el cementerio de Santo Stefano, el mismo pueblo donde vive Guarrasi. A su lado yace un hombre, un sacerdote, en verdad monseñor, muy conocido y estimado; ambos fueron asesinados. Alrededor de ellos alguien ha dispuesto flores, velas, adornos. El misterio resulta bastante complejo, además de delicado, porque los relatos, en esta historia, no quieren volver nunca más, un poco como en la vida de Vanina. La ayuda del comisario jubilado Biagio Patanè puede ser decisiva como siempre. Ese hombre tiene una intuición muy especial, pero tiene la costumbre de no mirarse a sí mismo. Una mala costumbre que, a su edad, corre el riesgo de ser peligrosa.