Ángeles. Ángeles que ayudan, ángeles que protegen. Ángeles que asisten, ángeles que perdonan. Ángeles que vengan. Tenía unas manos mágicas, Nando Iaccarino, capaces de poner a punto cualquier motor. Afuera de su taller, más limpio y ordenado que una habitación de hospital, hacían fila entusiastas de los autos antiguos y las motocicletas, porque lo que otros hubieran tirado, él siempre lo reparaba. Sabía cómo ocuparse de las cosas, Iaccarino. Ahora lo han matado, y le toca a los Bastardos de Pizzofalcone averiguar quién lo hizo. Aunque cada uno esté pasando por un momento difícil, aunque cada uno tenga sus angustias, sus dolores, sus secretos. Incluso si los grandes jefes de la estación de policía, que realmente no los soportan, todavía esperan verlos caer. Como les sucede incluso a los ángeles.