Antes muerta que analógica explica de manera desenfadada, como madre, ciudadana y profesional, cómo las tecnologías afectan a nuestra economía global desde nuestra cotidianidad y viceversa. De manera sencilla, relata cómo su adopción acelerada está cambiando nuestros negocios, profesiones, formas de comunicarnos, de educar a nuestros hijos, de transaccionar valores (tokens, web 3.0) o de mejorar nuestra salud, a la vez que genera nuevos ámbitos que nos afectan, como la reputación en las redes o el derecho a la muerte digital. Su buen uso empodera y genera valor a las personas, las organizaciones y los países, siempre y cuando sitúe a las primeras en el centro. Utilizarla sin ética ni valores provoca desigualdad, falta de privacidad y autonomía y poder tecnológico mal entendido. Como mujer, creo que es una de las herramientas más poderosas que hemos tenido nunca para la igualdad, de ahí el título.