El 6 de agosto de 1969 Theodor W. Adorno fallecía con 65 años de un ataque al corazón. Se callaba así para siempre la voz de una de las grandes figuras de la escuela de Frankfurt y del debate público en Alemania. En realidad, los últimos meses del pensador crítico ya habían estado caracterizados por el silencio, no tanto buscado como impuesto. El defensor de una negatividad extrema en la filosofía, había pasado a ser sujeto de la incomprensión de aquellos estudiantes revolucionarios que él mismo había formado en la autonomía del pensamiento. Es significativo que uno de los últimos días de Adorno haya estado destinado a la contemplación de los Alpes, como si inconscientemente hubiese querido subrayar que la invitación a la emancipación que se encuentra diseminada en toda su obra tiene sus raíces en el acercamiento reflexivo hacia la realidad, y no en el poder destructor de una violencia desatada. Uno de sus legados a las futuras generaciones sería su Teoría estética.
El principal objetivo de este trabajo es estudiar y analizar la influencia de Kant y de Hegel en el pensamiento estético de Theodor W. Adorno, abarcando también las cuestiones metafísicas y de teoría del conocimiento de estos tres filósofos alemanes. La concepción adorniana de la obra de arte consigue equilibrar dos dimensiones, que en un primer momento podrían parecer irreconciliables: la búsqueda de la autonomía del sujeto artístico y su diálogo profundo con la realidad circundante. En un mundo dominado tantas veces por un conformismo apático y una inmediatez que esquiva el esfuerzo por la reflexión, la teoría estética de Adorno es una llamada a tomarse en serio los problemas del hombre y a dotar de amplitud de miras su horizonte existencial. Porque no es la violencia la que puede salvar al ser humano y a la realidad de los poderes dominantes de una cultura superficial y hegemónica, sino la reflexión y la contemplación, la filosofía y el arte. Ambas esconden una promesa de felicidad, aunque sea solo bajo la apariencia de una utopía.