Mary Henrietta Kingsley nació en Londres en 1862. Su padre,
George Kingsley, era doctor en medicina, aunque se pasaba la mayor parte
del año en países lejanos, ocupado en recoger datos sobre
culturas indígenas. Mary no fue nunca a la escuela pero aprendió
a leer por su cuenta para devorar la sugestiva biblioteca paterna en la
que abundaban los libros de viajes, de religiones primitivas y de historia
natural. Así vivió, encerrada en su casa, hasta la edad de
treinta años. Entonces, su padre enfermó de fiebres reumáticas
y murió un año más tarde; su madre también
fallecía tan sólo cinco semanas después. Al verse
de pronto sin responsabilidades familiares, su afán investigador
deja paso al espíritu aventurero, y decide embarcarse sola rumbo
a África, con la declarada intención de concluir un libro
inacabado de su padre sobre fetiches religiosos y sacrificios rituales
en sociedades primitivas. Mary consigue pasaje en el carguero Lagos
y parte de Liverpool en agosto de 1893. Tras unas semanas de navegación
costera, desembarca en Säo Paulo de Luanda, en la actual Angola,
y convive una temporada entre los nativos de Cabinda, entre el Congo y
Zaire, donde recopila información sobre sus creencias religiosas.
Mary Kingsley vuelve a Inglaterra, pero la llamada de África la
lleva a embarcarse de nuevo ese mismo año rumbo a Sierra Leona.
En este segundo viaje, cuyas increíbles peripecias narra con humor
en este Viajes por el África Occidental, Mary Kingsley remontó
en canoa el río Ogowé, en Gabón, hasta el país
de los caníbales fang, para lo cual tuvo que atravesar pantanos,
a veces a nado, y enfrentarse, sombrilla en mano, al peligro de los cocodrilos.